Bendito Castro del alma,
preciosa perla del ancho mar. Tu ambiente mi pecho calma, tu santo nombre me hace rezar.
Feliz quien bajo tu cielo
por vez primera vio al sol lucir. Feliz quien pueda sobre tu suelo dichoso y libre siempre vivir.
Y de tu mar al lado, pueda arrullado, por él dormir.
¡Oh, Castro de mi vida!,
lindo ameno vergel,
mansión bella y florida
donde lozano brota el laurel.
Nido de mis amores,
cantábrico rincón,
pensil de frescas flores,
de la Montaña bello florón.
Mi pecho te rinde culto y en él tu imagen tiene un altar...
¡Jamás he de dejarte de amar¡ Jamás, ¡oh Castro!, te he de olvidar.
¡Oh ciudad muy querida!, noble y hermosa, dulce mansión.
Tuya es mi vida,
tuyo es estero mi corazón. Bis